4 de julio de 2015
El cirujano levanta la vista,
tiene gotas de sangre en las fosas
nasales,
me dice caballero
desármese tranquilo
el traje de
buceo,
nos va a ser imposible (re)colocarle en su
esposa.
Dos horas embutido
en la goma sintética
y
vuelvo a la pantalla
haciendo eses.
- Su sistema
coronario -explica con los dedos en la superficie LED-
no hay forma de
encajarlo en el de
ella.
El psicólogo me dice esa idea
no es tuya,
Guillermo,
me acerca el escáner cerebral
y efectivamente
el molde de mi mente
no parece capaz de
elaborar cuadrados.
- Un miedo como ese circular, tal vez. ¿Pero cuadrado?
El ATS dice amigo no les crea,
tampoco a Favaloro, Miescher, Paracelso o Alcmeón de Crotona,
los Arcanos que busca no están en los pasillos,
ni recorren los cuerpos con guantes de goma. Aquí somos todos puros cavernícolas.
Una señora en la sala de espera me ha preguntado de golpe cómo es mi disgusto.
Me he puesto de pie para enseñarle.
- De seis o siete kilos, digo.
Conocí a un tipo -responde- cuyo disgusto superaba tres veces esa cifra.
Le he dicho a la mujer que necesitaba un abrazo y ella ha respondido que en comparación con aquel
tipo mi disgusto es de niña.
Luego ha mirado la talla de mi pantalón y ha añadido: mira qué gracioso, se te ha quedado cinturita de avispa.