16 de marzo de 2016
En febrero una canción se instaló en mi cabeza. Pensé: (1) si aprendo a cantarla (2) la grabo en un estudio (3) se la mando a ella (1+2+3) peces ciegos bajarán hasta el fondo (4) tirará la hierba por el fregadero (5) dirá ‘Joder, Demi’ (∞) y no tendrá más remedio que volver.
La escuché por las mañanas camino a la oficina, forcé la garganta, imité la boca desigual de Lana del Rey, imaginé.
Pensé ella ahora le da al play ▻ ruido inaudible previo a la canción ▻ incredulidad hasta la llegada de mi voz ▻ el impacto.
Con el tiempo la canción fue evolucionando en mi mente y en mis cuerdas vocales. Empecé a imitar el rubor inicial de Toby Randall. Había algo de verdad y tanto de mentira en su forma de cantar que decidí sacrificarle por el momento. Añadí palabras omitidas como Kelly Jones, pensé que te gustarían su corte de pelo y su chaqueta de cuero. Hablé con una profesora de canto que conozco. Hablé con otra profesora de canto que conozco. La primera es capaz de convertirte en Edith Piaf. La segunda es una copia de Andrea Corr. Una tarde decidí tocar el piano como Johannes Holzinger para imitar su actuación en The Voice Alemania.
En mis descansos terminé la primera temporada de tu serie.
Aquella noche con los títulos de crédito pensé en ti como Beth y sentí que más tarde te convertías en Sarah. El fin de semana que pasaste con él volviste como Helena disfrazada de Beth y con el tiempo dejaste de disimular.
Entonces pensé en él. En su manera de cantar. Pensé en la melodía de su banco de peces.
Esos peces vivían en tu bajo vientre. Esos seres salvajes se dedicaron a perseguir, arrinconar y masacrar la colonia que yo había dejado. Apenas te opusiste.
Su melodía forzó el cambio. Las mañanas camino del trabajo empecé a variar mi forma de cantar. Limité el espectro de belleza en la voz, levanté las estrofas con una fuerza viva, disfruté del proceso de quedarme afónico.
Tal vez las palabras estuvieran de más, pensé. Tal vez el fraseo fuese la única clave.
Frente al espejo empecé a tararear con rabia.
Aquella noche con los títulos de crédito pensé en él como en Tomas y en mí como en Art.
Mi forma de sentirle a través de ti estaba más cerca del gruñido que del susurro, así que introduje las digresiones nasales y disfruté sobremanera con esa evolución.
Terminé la primera temporada de tu serie y me grabé con una aplicación de Apple Store. El resultado era real, cifrado, ininteligible.
Al escucharme sentí una felicidad descorazonadora. La evolución de mis sentimientos me había guiado desde una ejecución medida y bella hasta la vibración más cruda y molesta de aquel que ha decidido no volver a cantar.
En ese nuevo silencio entonces lo entendí: había empezado a cantarle a él.
La profesora de canto me preguntó si deseaba seguir ensayando.
La profesora de canto (2) me preguntó si deseaba seguir ensayando.
Mi compañero ingeniero musical me recordó la fecha de grabación en su estudio.
Terminé la primera temporada de tu serie.
27/28 de febrero de 2016
You told me again get in the water. The waves threatened to destroy the town. You asked me to come in even deeper, which would expand the distance between your body and the sand. In your eyes I felt the importance of the demand, a simple order of life or death. What really made you happy, that I did not understand until the first wave, was that among all the women from the shore, I would drown myself only for you.
(…)
“Lo que realmente te hacía feliz, eso no lo entendí hasta la primera ola, era que entre todas las mujeres de la orilla yo únicamente me ahogaría por ti”.