10 de agosto de 2014
Hoy, sentado en una casa unifamiliar en el Bassin d’Arcachon con un tipo al que no había visto en la vida, vuelvo a pensar de alguna forma en ti. En la pantalla de su móvil, que acaba de apagarse, Pierre -que así se llama- cree estar enseñándome a su hija recién nacida.
- Es preciosa, dice.
- Desde luego.
Pierre tiene la boca tan pequeña que las palabras descienden ordenadas. La boca de Pierre sería incapaz de formular mentiras. Las limitaciones son físicas, no intelectuales. En ocasiones mentir es un bote de salvación.
El ruido es de un bebé desperezándose en el teléfono, pero sigo sin lograr atisbar nada.
- Preciosa, repite.
- Sí.
-Roxane.
La euforia de Pierre le lleva entonces a leerme el TOP-5 de nombres de su lista antes de elegir ‘Roxane’.
Victoire, Penélope…
Hoy Daphné, lo creas o no, en una casa unifamiliar en el Bassin d’Arcachon, escucho en la boca diminuta de un desconocido tu nombre en esa lista. Nada extraño si no fuera porque el siguiente nombre alternativo es el de tu hermana melliza.
No es un nombre corriente, no. Es más bien una palabra susurrada o un secreto cómplice. Oficialmente tu boca ha dejado de tenerlo en exclusiva.