Cultura
29 de marzo 2015

Alvar Aalto. Giselle Bündchen. Octavio Paz. 1990 y JOYCE nacía en mis diez años de edad. 1980 y yo nacía en el germen creativo de una revista que aunque brillaba en su reencarnación anterior ya estaba predestinada a ver la luz. En 2002 se produjo un episodio aterrador: alguien me pidió que escribiera. Aquel día sentí el pánico que se siente cuando alguien te pide que hagas exactamente lo único que sabes hacer. Alvar Aalto fue mi primera mentira. Años de decir que sí, que le conozco, y menos de una hora para realizar un ejercicio convincente y sin grietas de 5.000 caracteres. Años imaginando la moda y el estilo de vida como pequeñas siluetas recortables con vestidos aleatorios y descubrir de golpe, con el tiempo, que la única prenda convincente es un concepto llamado Cultura. Giselle Bündchen fue la primera aquella noche en Nueva York para sentirme lanzado a la vida. En una fiesta, lo suficientemente cerca -y mucho más lejos aún- para entender que la ficción maravillosa es siempre insuficiente ante la realidad. Octavio Paz y la revista JOYCE me enseñaron que lo escrito en un minuto permanece, y que a pesar del dolor, el bosque y la resina… el ser humano es capaz de devolverle algo al papel.