25 de marzo de 2014
(Intercambio inglés/español)
En un zoom de su boca (la pizza devorada, el aceite y los labios) descubrimos el primer géiser activo
en la anatomía de Valerie Shaw. Sobremesa de viernes: mujer negra en sofá y episodio de Scandal en
streaming. Ha metido los brazos en la ropa. Es un canguro a escala humana. Comemos en silencio,
no conozco la Muerte, dice, mi abuelo, mi abuela, incluso los padres de ambos, todos viven felices en
Jamaica. Primera lección de español: cómo eres. Mira desconcertada. Señala la cocina, el brik de leche.
Dice: seguramente ai am todo lo contrario que that thing. Horas después veo su espejo. Su cuerpo en el
espejo. Un negro tan profundo que convoca lo abstracto. Convenimos que sus manos, sus nalgas, su ombligo
pigmentado, son tan sólo las manchas de un abismo. Ninguno de los dos progresa lo más mínimo. Idiomas.
Me dice que tal vez nuestros encuentros no sean más que otro placebo, uno que nos ayuda a olvidar la soledad
de no poder comunicarnos. Anochece en un rincón mirando a la ventana, inmóvil, retraida. La imagino despierta
como una máquina solitaria, cansada de sí misma, como si llevase doscientas noches de Madrid interpretando el
mismo personaje.
Mi telefono vibra. Está preocupada. En una de las sienes, dice.
Le hablo del dolor. Le digo que es una simple migraña.
- Estoy preocupada, insiste.
- Confías en mi, pregunto.
- No eres Dios.
- He tenido más migrañas que Dios.
Su alegato final es una fila de emoticonos irritados.
Se despide por hoy:
- Eres un mal cristiano.