[007]

26.05.2004

[008]

Lluvia, 2004

[009]

Escala de grises

[010]

Boston, 2005

[011]

Ema 1

[012]

Inutile, inutile

[013]

Para Caidistas 1

[014]

Ema 2

[015]

Para Caidistas 4

[016]

Para Caidistas 5

[017]

Ema 3

[018]

Para Caidistas 7

[019]

Ema 4

Acabo de fumar la última hierba de mi vida. Son las dos y
veintitrés de la madrugada y es oficial: soy periodista. No se
trata de méritos ni premios; no he hecho absolutamente nada
para conseguirlo. Creo haber fumado demasiado- inteligencia
artificial- e imagino la vida como un paseo en el interior de un
tubo transparente. Rumbo fijo, cazadora de cuero, Seattle,
joystick, esteroides. Desde el tubo tengo la fantasía de poder
hacerlo todo, de caminar en cualquier dirección. Todos los
caminos están a la vista pero nuestras pisadas se limitan al tubo
de cristal. El interior. Solos. Los demás no existen al no estar en
nuestro tubo. Atrapados. Podemos verles y amarles porque el
tubo responde a los cambios de temperatura, a los ataques de
aromas y sabores. Si ellos existieran harían lo mismo, pero
¿pueden sentirme ellos? No. ¿Puedo sentirles yo? Tampoco. No
puedo vestirme con su cuerpo ni asomarme a las cuencas de sus
ojos para espiar afuera. No puedo, y si no puedo es que no
existen. Esa es la única verdad. Acabo de fumar la última hierba
de mi vida y pienso que nuestra ruptura me hace olvidar el tubo.
Nuestra ruptura me hace sentir vivo porque me hace sentir
muerto. Pienso que después de una ducha no recordaré estúpidos
tubos, y que las cosas de ti que echo de menos ninguna ducha
podrá quitármelas.