Ema, aquella única noche había una pared más oscura que las otras y al acercarnos descubrimos que habían escrito en ella. Parecían hormigas pero cada minúsculo insecto era una palabra diferente. Tú me preguntaste si creía en las casualidades. Es decir, si nuestro encuentro era insignificante para mí o si pensaba que marcaría el tiempo de alguna forma. Tu pregunta me pilló por sorpresa y durante unos segundos no acerté a decir nada. En la pared alguien había escrito ‘zorra’, alguien había escrito ‘habitación del fondo, soy el varón con nariz grande y sudadera de la Universidad de California’. Tú añadiste que era muy pronto para saberlo, que ni siquiera habíamos agotado aquella noche juntos, pero las primeras impresiones eran importantes y tú querías conocer las mías. Te respondí que mañana te recordaría. Lo dije tan aprisa que ambos nos quedamos con ganas de más. Al igual que recuerdas a las dos gemelas, preguntaste. Quiero creer que no. Entonces como a quién. Te dije que no estaba seguro de saber explicarlo. Me pediste que al menos lo intentase. Aunque el cheroqui se había quedado en la otra habitación yo pronuncié su nombre. El chico mexicano, dijiste. ¿Me recordarás igual que a él? Negué con insistencia mientras gesticulaba. Me quedé en silencio y perdí el hilo de lo que realmente quería decir. Volví a empezar sin saber adónde iba. “No como al chico mexicano”, supe decir a tientas mientras la auténtica respuesta se iba formulando. Y entonces completé: “Me refiero a recordarte como a ese extraño ritual de alcohol y sangre, como a una letra escrita junto al pecho”. En la pared alguien había escrito ‘mientes’, alguien había escrito la palabra ‘intimidad’, alguien había escrito extractos de I have a Dream de Abba: “...mi destino hace que valga la pena la espera/empujando a través de la oscuridad, aún otra milla”. En la pared, a diez centímetros de ella y en algún rincón extraño y conocido, tuve la errónea sensación de que al soltar al fin esa respuesta tú pegabas tu cuerpo contra el mío, y que más allá de la chaqueta no llevabas nada, Emma, y al mismo tiempo estabas tú.