[007]

26.05.2004

[008]

Lluvia, 2004

[009]

Escala de grises

[010]

Boston, 2005

[011]

Ema 1

[012]

Inutile, inutile

[013]

Para Caidistas 1

[014]

Ema 2

[015]

Para Caidistas 4

[016]

Para Caidistas 5

[017]

Ema 3

[018]

Para Caidistas 7

[019]

Ema 4

Te digo que estabas en la entrada, que parecías muy sola en
aquella fiesta con música tan alta. Yo había aparecido con
Stromboli, mi compañero del círculo literario y “atractivo hasta
la médula” en tus propias palabras, con quien te habrías “fugado
a cualquier parte del mundo”. 
Me dices que no me habías visto llegar, que no sabías siquiera
que yo te hubiera mirado, que te sorprende que sea tan
observador.
Penetramos los pasillos el uno junto al otro y a nuestro alrededor
sucede muy deprisa. Han unido diez, doce apartamentos y
aunque avancemos sin descanso he aquí un nuevo salón, otra
cocina, un dormitorio diferente.
Llevas una chaqueta de pieles que hace pensar que no tienes
nada debajo, Ema, pero sí que tienes.
Te digo que estabas en la entrada y que había dos chicas que
parecían gemelas.
Me repites una y mil veces que no has visto a esas chicas en
toda tu vida. 
Todos están fuera de sí, palabras ininteligibles, un muchacho
canta ésta es la noche de los delgados y lo cierto es que él es tan
delgado y yo soy tan delgado y a quién le importa.
Encontramos una habitación llena de escombros, ocho personas
me preguntan sucesivamente por mi piel, si ese pálido extremo
es mi auténtico color, te digo que pareces diferente a las demás,
con la mirada perdida, como si hubieras entrado por puro
accidente. Aquellos jóvenes pirados y sudorosos y uno de ellos
es estúpido hasta decir basta y grita que la decoración es muy
fea, que habría que lobotomizar al dueño. Al fondo vemos a
Stromboli, “ahí está tu amigo”, dices, y él domina los tiempos
de esta fiesta, en ocasiones con la cabeza hacia atrás,
vociferándole a un grupo de muchachas incapaces de mirar
hacia otro lado, y otras veces estático, en silencio.