[007]

Steve Jobs

[008]

Ron Arad

[009]

Blek Le Rat

[010]

Chris Bangle

[011]

David Copperfield

[012]

Samuel Beckett

[013]

Karim Rashid

[014]

Lille 2004

[015]

Jenson Button

[016]

Ernst Junger

[017]

Rineke Dijkstra

[018]

Kao San Road

[019]

Marc Newson

No es un avión, dice Alain Dominique Perrin. Es Marc Newson.
Y sigue hablando como si nada mientras el enorme pez-manta
volador no ha movido ni un pelo en la Fundación para el Arte de
Cartier. Atónitos. El Kelvin 40 de Marc Newson es -en palabras
del diseñador australiano- un placer sin fines comerciales. Un
sueño. Bien. El objeto de mi entrevista no es el avión, sino el
muchacho en sí mismo: el joven cuyos diseños ocupan un
espacio en el MoMa de Nueva York, el Georges Pompidou o el
Vitra Museum; el diseñador-surfista que es insignia de su
generación con sólo cuarenta años. Su enfoque del diseño -le
digo a Ángel (fotógrafo) con tono pretencioso- es felizmente
subliminal. Y sus creaciones van desde una bicicleta o un
prototipo de coche hasta unos pantalones vaqueros, pasando por
sillas, mesas, frascos, relojes. El Kelvin 40 es la celebración
evidente de su talento. Lo cierto es que he enviado mis
preguntas primero -con promesa de respuesta- a su correo. Y
más tarde he salido a buscarle, aprovechando su visita a España
con otras estrellas del diseño. Y he visto al alcalde de Madrid
abriéndose paso entre las masas. Él no andaba muy lejos. Así
que he esperado mi momento viéndole fruncir el ceño en las
sesiones de fotos, más allá del look de barba y melena. Sonreír,
esperar, mirar a Newson, foto, mirar a Newson admirando su
propio diseño, foto. Una mujer que calza sus zapatillas para
Nike ha entrado en escena. Cruza la sala hacia mí. Sólo
podemos darte diez minutos, dice. Espera aquí mismo, no
cruces esa línea. Asiento. Todo sea por hablar con el creador de
la Embryo Chair, la bicicleta Biomega MN01, todo sea por
verificar la autenticidad de esa mata de pelo a medio camino
entre Keanu Reeves y Gary Oldman. Ahora las cosas se
aceleran. Marc se pone las gafas y enfila la puerta de salida.
Doy un paso al frente, me elevo peligrosamente sobre la línea.
Me interceptan. La señora de las Nike sonríe con apuro. Yo
sonrío también. Sonrío hasta enseñar los dientes, las encías, las
muelas más arrinconadas. Sonrío hasta sentir la mano de Ángel
(fotógrafo) en el hombro y escuchar de boca de aquella mujer:
No va a ser posible, el Señor Newson tiene que coger un vuelo.
Ahora Ángel (fotógrafo) responde muy bajito: 

- A lo mejor te ha concedido una entrevista felizmente 
subliminal.

(Joyce. Marzo 2005)