Antes de que el fenómeno graffiti invadiese nuestras ciudades, Blek Le Rat ya existía. Antes de que las patrullas nocturnas persiguiesen a golpe de linterna a los artistas urbanos, antes de que los condenasen, los desmoralizasen, e incluso antes de que este ejército apuntara con bocas de pintura el muro inagotable, Blek Le Rat ya preparaba su plan maestro. Como un flautista de Hamelin posmoderno, la década de los ochenta le sirvió, a golpe de pochoir, para levantar una turba de jóvenes ratas que como él, deseaban gritar que existían, que soñaban, que tenían miedo. Y todo ello contra la pared. Blek Le Rat fue y sigue siendo hoy, treinta años más tarde, fuente de inspiración para artistas del mundo entero, desde JayBadbc hasta Oseas Duarte, Shepard Fairey o el archiconocido Bansky. Genios cuyos trabajos son, muy a menudo, auténticos homenajes a la iconografía del 'maestro Le Rat'. En 1981 intentó usted invadir París con sus imágenes de ratas. ¿Por qué? La rata es el único animal libre de la ciudad, y los subterráneos de París están habitados por millones de ellas. Es un animal que infunde miedo, ya que trajo la peste en la Edad Media y la extendió... A través de mis ratas, yo quería anunciarle a la gente que el graffiti iba a proliferar en el mundo igual que la peste. ¿Cuándo trabaja? Con la oscuridad, de once de la noche a tres de la mañana. En lugares como Nueva York todo mi trabajo es legal, a lo mejor me estoy volviendo paranoico. En París sigo haciendo trabajo ilegal, porque conozco muy bien la ciudad. ¿Qué relación tiene con los personajes que crea? Son todos proyecciones de mí mismo. He llegado incluso a decir que soy su director general, y que ellos salen cada mañana a trabajar para mí. Algunos han sido mis maestros, mis padres espirituales, como Joseph Beuys, Tom Waits, Andy Warhol... Otros forman parte de protestas sociales o tienen fines estéticos. Háblenos del proyecto sobre Florence Aubenas, esa periodista secuestrada en Irak y que usted homenajeó con sus carteles. Había sido secuestrada y yo consideraba que no se hablaba demasiado sobre ella en los medios de comunicación. Pensé que había que hacer algo, así que intenté motivar a la gente para que Florence Aubenas no cayese en el olvido. Durante meses me dediqué a pegar su imagen en las paredes aledañas a los medios de comunicación para motivar a los periodistas. Uno o dos meses más tarde ellos se interesaron por mí y mostraron mi obra sobre ella... y esos cientos de miles de personas que la veían diariamente se convirtieron en millones. Meses más tarde, cuando Florence Aubenas fue liberada, iba caminando por París y de golpe en una pared vio algo familiar. Se acercó, miró de frente, y allí estaba su imagen devolviéndole la mirada. (Joyce. Diciembre 2010)