[007]

Steve Jobs

[008]

Ron Arad

[009]

Blek Le Rat

[010]

Chris Bangle

[011]

David Copperfield

[012]

Samuel Beckett

[013]

Karim Rashid

[014]

Lille 2004

[015]

Jenson Button

[016]

Ernst Junger

[017]

Rineke Dijkstra

[018]

Kao San Road

[019]

Marc Newson

En el avión de ida, una señora le pide a su hijo que deje de
llorar. “Pinta a un señor”, le dice. El niño responde: “Ya he
pintado varias familias”. En el museo de Valenciennes el guía
asegura que un Rubens en tu salón puede perturbar tu
tranquilidad, mientras que un Watteau siempre armoniza.
Retroceso. Sobrevolamos París y la madre vuelve a regañar a su
hijo. “Venga, pinta a una señora”, dice. Ahora el niño responde:
“Píntame tú a mí”.

Puedo ver el mismo desafío estético en la mujer que se agarra al
micrófono entre las ostras y el vino blanco. Martine Aubry. Y he
recordado una sensación anterior, mientras cruzaba la ciudad;
esa intuición de otra persona a mi espalda, activando a mi paso
luces y desfiles. Esa mano invisible agarra ahora el micrófono
con finos dedos -en su discurso de bienvenida a la prensa- y
asegura que nunca ha habido tanta urgencia de cultura en el
mundo. Silencio. En Lille nadie mueve un palillo de hurgarse
dentro de la boca. La alcaldesa prosigue: “Tengo la seguridad de
que el arte puede servirnos a cada uno de nosotros para abrirnos 
a los demás”.

Esta noche nuestro guía es adicto a las previsiones climáticas.
Pierre. Presentaciones. Si Justin Timberlake tuviera cara de
recién levantado, se llamaría Pierre. Esta noche el circuito se
detiene en lugares emblemáticos de Lille, convertidos en
soportes de obras temporales. En la plaza Ilôt Comtesse, un
enorme círculo de tubo translúcido dibuja recorridos de luz
perpetua. Ahora más rápido. Ahora más despacio. Aunque los
borrachos de la esquina continúen inmóviles, sus ojos se agarran
y tropiezan en curvas de trance circular. Claroscuro. Gentileza
de Daniel Buren.

También he visto un edificio como una oruga levantada, y un
bosque suspendido en el aire, con los árboles del revés 
-haciendo el pino- como si quisieran probar la sensación de
bajarse la sangre a la cabeza. Lucie Lom. Golpe de efecto. Y he
pensado en distintas lecturas para Lille, en sus progresivas capas
de profundidad. Alguien ha dicho: “Esta ciudad no sólo se visita
con los sentidos”. Reflexión.

Esa frase me ha vuelto a la memoria cuando leía una entrevista
a Stuart Seide, director del Teatro del Norte. Esta celebridad
regional nacida en Brooklyn se hace preguntas in crescendo.
“¿Por qué el francés fue mi primer idioma en el colegio?”. 
Pausa.
“¿Por qué a los dieciséis años lloraba descubriendo a Phèdre?”.
Tiemblo. Stuart Seide sonríe delante de las cámaras: “En los
retratos me gusta todo menos la cara”.

Más tarde he soñado que Seide y Aubry son la misma persona, y
que la dibujante de cómics adolescente del programa de
madrugada de TF1 es la misma que luego operan de tiroides en
la siguiente emisión. Me despierto tumbado sobre el vientre en
el Hotel Arts Déco, con un mensaje en el móvil que dice: Lluvia
fina en Roubaix. Calzado cómodo. Gore tex. Descubrimos la
ciudad con el mentón levantado. Y luego a ras de suelo sus
detalles.

(…)

Hace sólo unas horas aterrizábamos. Alguien asomado a la
ventanilla declara: Lille es más pequeño de lo que imaginaba.
Su compañero responde: Es que este avión es muy grande.

(Joyce. Mayo 2005)