Puede ver el futuro con sus gafas Mikli, telescópicas, o trabajar a la vez en 75 proyectos en 24 países. Puede disfrazarse de blanco, a lo Tom Wolfe, o extraer todo el talento de su maestro Ettore Sottsass sin dejar de conmover el paisaje a su manera. Karim Rashid se ha despedido del presente, de eso no cabe duda. Ha vendido su colección de 27.000 discos, toda su ropa negra, y vive en una casa que bien podría ser un escaparate. “Es una caja perfecta, de 200m2, donde todo cambia continuamente: los colores, los azulejos…” Desde allí imagina un mundo reciclable, de plástico, donde las habitaciones ya no tendrán esquinas. Provocador y estrella como pocos, anticipa el reinado del consumo momentáneo y los objetos desechables. “Si pongo un florero en mi casa, ya sé que está destinado a morir”. Una entrevista de usar y tirar. Usted ha dicho que un sacacorchos le fascina tanto o más que un cuadro de Manet, ¿por qué? Diseñar y desarrollar un objeto hoy en día es mucho más riguroso, complejo e intrigante que una pintura, y de hecho el diseño es nuestra nueva forma de consumir arte. ¿Utiliza los objetos que diseña? Todos. Un 96% de las cosas de mi casa son mías. Hay gente que odia esto, pero a mí me ayuda a ser crítico con mi trabajo. Además, siempre he admirado a gente como Picasso, que hizo él mismo todos los objetos de su castillo, hasta la última taza de café. Todo menos un antiguo taxi de Londres que puso en medio de su salón para tomar el té con su mujer todos los días a las cuatro. ¿Por qué el plástico como materia predilecta? Por su poco peso, su durabilidad y maleabilidad. Diría que el plástico ahora es parte de nuestra naturaleza. Es el curso inevitable de nuestra existencia. Podemos sustituir un 70% de nuestro cuerpo con piezas de plástico. Es un fenómeno increíble y obviamente es nuestro destino. Es el supermaterial del siglo XXI. ¿Por qué dice usted que el mundo está en un momento de consumo irreversible y momentáneo en el que casi no da valor a las cosas, un mundo de usar y tirar? Creo que podemos tener un mundo que sea 100% desechable, donde no poseamos nada, sólo usemos las cosas para la experiencia momentánea y después pasemos a otra cosa. Si sólo podemos desarrollar un mundo que sea 100% cíclico, perfectamente reciclable y sostenible, podremos tener experiencias fenomenales, plenas y placenteras sin sentimiento de culpa. Este es el mundo en el que algún día viviremos. (Joyce. Marzo de 2009)