[007]

Steve Jobs

[008]

Ron Arad

[009]

Blek Le Rat

[010]

Chris Bangle

[011]

David Copperfield

[012]

Samuel Beckett

[013]

Karim Rashid

[014]

Lille 2004

[015]

Jenson Button

[016]

Ernst Junger

[017]

Rineke Dijkstra

[018]

Kao San Road

[019]

Marc Newson

“Todos hemos sufrido a un mago horrendo al menos una vez en
la vida”, dice el ilusionista estadounidense Dan Sperry con la
cara pintada como una puerta. “Ya fuera nuestro tío haciendo
aparecer una moneda detrás de la oreja o ese mago alcohólico
contratado por los padres y que arruinaba todos los cumpleaños.
Pero eso ha terminado.” Para él todo empezó con David Seth
Kotkin (1956), aquel joven de Michigan que sustituyó los
tradicionales trucos de cartas por ilusiones monumentales.
Famoso más tarde como David Copperfield, todo el mundo
aguantó la respiración mientras hacía desaparecer la Estatua de
la Libertad, atravesaba sin resistencia la Muralla china o
levitaba alegremente sobre el Gran Cañón. “Yo no sabía lo que
era la magia. Mis abuelos me llevaron con cuatro años a un
espectáculo y lo primero que vi fue a ese hombre cortándose a sí
mismo por la mitad. No había cajas ni ninguna otra cosa que
pudiera disimular el truco. Veías las cuchillas penetrando la
carne y yo cerraba los ojos porque sabía que Copperfield iba a
morir”. Hoy basta con asomarse a Internet para empezar a intuir
lo que entendemos por magia. Primer ejemplo: Kevin James en
el escenario americano de Tienes Talento. Agarra una sierra
eléctrica y corta a su ayudante por la mitad. Luego une los
trozos con una grapadora y ambos se marcan un baile. El
japonés Cyril Takayama se arranca la cabeza en un show
coreano y vuelve a colocársela unos segundos después. El
mentalista Derren Brown pide a un espectador que cargue su
pistola para jugar a la ruleta rusa. Cree adivinar dónde está la
bala y a punto está de dispararse a sí mismo. Al final resuelve el
truco con cara de pavor y llora como un niño abrazado a su
ayudante. No es para menos. Además de por su espectacularidad
y perfecta ejecución, muchos trucos son impresionantes por el
riesgo que implican. Que le pregunten al mismísimo David
Copperfield, que el pasado diciembre interrumpió su
espectáculo en Las Vegas para llevar a urgencias a uno de sus
ayudantes. En un truco en el que el mago debía caminar sobre
un ventilador, este impactó en la cara y brazo de su asistente
provocándole cortes y fracturas múltiples. Según Associated
Press, el telón se cerró justo en el momento en que el trabajador
sufrió el accidente, a pesar de que todo el escenario ya estaba
cubierto de sangre. “Algunas veces cometes fallos”, asegura
David Sperry. “Pero en el 99% de los casos el espectador no se
da cuenta porque existen muchas formas de disimularlos”. Hace
sólo unos meses el escapista canadiense Dean Gunnarson estuvo
a punto de recrear la muerte de Houdini, su gran ídolo: “Me
ataron con cadenas, me metieron en un ataúd y me lanzaron al
Red River”, recuerda. “En algún momento dejé de escuchar los
gritos de aliento de las 10.000 personas que estaban allí. Pasé
bajo el agua cuatro minutos y no conseguí salir. Estaba azul,
inconsciente…y muerto”. Los servicios médicos consiguieron
reanimarle y cuando la prensa preguntó a la policía si Dean
Gunnarson había abandonado el ataúd con daños cerebrales, los
agentes respondieron: “desde luego no había más daños cuando 
salió que cuando entró”.

(Man. Junio 2009)