[007]

Steve Jobs

[008]

Ron Arad

[009]

Blek Le Rat

[010]

Chris Bangle

[011]

David Copperfield

[012]

Samuel Beckett

[013]

Karim Rashid

[014]

Lille 2004

[015]

Jenson Button

[016]

Ernst Junger

[017]

Rineke Dijkstra

[018]

Kao San Road

[019]

Marc Newson

Un caracol de plomo sobre el asfalto. Así definían sus
detractores a Jenson Button hasta hace pocos meses. Y es que el
piloto británico –el vigente campeón del mundo no, el otro-
había minado hasta tal punto su credibilidad sobre la pista que
ya sólo los tabloides parecían interesarse por su leyenda. Y no
es de extrañar. Durante sus ocho primeras temporadas en la
Fórmula Uno había sumado una sola victoria (Hungría, 2006) y
un tercer puesto en la carrera de pilotos (2004). Su coche
estrafalario fuera del circuito, un Combi Volkswagen del 56, era
el único que según la prensa corría más lento que su Honda.
Incluso algunos de sus camaradas de escudería, como Jacques
Villeneuve en BAR-Honda, terminaron por aborrecerle. “Jenson
Button es un playboy. Es el peor compañero que se puede 
tener”. Sus tres últimos resultados en el campeonato de pilotos 
– 6º en 2006, 15º en 2007 y 18º en 2008- parecían presagiar su
expulsión definitiva de la categoría reina. Y así estuvo a punto
de ocurrir, cuando su equipo anunció a finales de 2008 que
abandonaba definitivamente el paddock. El piloto de la jet set,
como le llaman algunos, había pasado a mejor vida. Pero El
Curioso Caso de Jenson Button es la prueba evidente de que la
Fórmula Uno es un ente imprevisible. Y es que ese mismo
corredor vilipendiado por todos y en paro hace unos meses
lidera hoy el mundial con dieciocho puntos de ventaja sobre su
compañero de equipo, el también ‘resucitado’ Rubens
Barrichello. Otra brizna de emoción en un campeonato que ha
incluido estos últimos tiempos el espionaje industrial, la
corrupción deportiva e incluso la rebelión salvaje de las
escuderías en su apasionante menú deportivo. Pero si el renacer
de Jenson Button como piloto resulta excitante, su historia
personal no lo es menos. Nacido en 1980 en Frome, Inglaterra,
el joven Button estaba predestinado a convertirse en un as del
volante. John, su padre, no escogió el nombre al azar. Le
bautizó Jenson en referencia a Jensen, una pequeña marca para
la que él mismo corrió en su tiempo libre; ya que mientras no
vendía coches de ocasión, disputaba encarnizadas carreras de
rally cross que le hicieron ganar más fama que fortuna. La fe
ciega de John Button en las posibilidades de su hijo le llevó a
hipotecarse a base de préstamos para disgusto de su esposa,
Simone, y sus tres otras hijas. Tanto es así que a los 8 años, unos
meses después del divorcio de sus padres, el joven Jenson
debutó como un ciclón en el olimpo del karting. En 1991 obtuvo
el British Cadet Kart Championship tras ganar las 34 carreras
de la temporada. En 1997 se convirtió en el piloto más joven en
lograr el campeonato europeo Super A. Su fama se vería
multiplicada al pasar de los karts a los monocascos, con la
consecución de la Fórmula Ford Británica. McLaren le otorgó
en 1999 el Premio Young Driver, y un año más tarde ya formaba
parte del circo de la Fórmula Uno de la mano de Williams
-BMW. Incluso Michael Schumacher recuerda sus inicios:
“Cuando Jenson llegó a la F1 se vio que tenía mucho talento.
Desde el principio fue más rápido que su compañero en las
sesiones de clasificación y a veces también en carrera”. Su
impresionante planta (1m82, 72kg), su mirada azul y su
geométrica mandíbula le situaron muy pronto en el punto de
mira de la prensa amarilla, algo que él mismo parecía alimentar
con sus excentricidades. Y es que al igual que el difunto James
Hunt, famoso playboy británico de los circuitos en los años 70,
Jenson Button ama todo lo que brilla. Multimillonario a los
veinte años, no resultaba extraño verle en Montecarlo al volante
de su Ferrari Modena. O en el puerto del Principado, donde
mujeres le dedicaban arrumacos a bordo de Little Missy, un
impresionante yate de 22 metros de eslora objetivo predilecto de
los paparazzis. Eso sin contar las fiestas interminables con su
grupo de amigos. Primero fue Louise Griffiths, estrella del
Operación Triunfo inglés con quien llegó a comprometerse y a
la que abandonó a sólo tres meses de su boda. Le siguieron
romances cortos pero apasionados con la top model Florence
Brudenell-Bruce o la cantante Kelly Rowland, y declaraciones
en la prensa asegurando que nunca sale de casa sin sus
calzoncillos ni sus Ray-Ban. Por aquel entonces, su falta de
implicación en carrera se hizo tan evidente que en 2002, durante
las pruebas de clasificación del Gran Premio de Mónaco, el
patrón de Renault Flavio Briatore tuvo que reprenderle:
“Maldita sea, Jenson”, dijo agitando los brazos como un poseso.
“Ya sé que estás buscando apartamento en la ciudad, pero
cuando pises el acelerador intenta no fijarte en los paneles de en
venta.”. Spa 2004. La rueda derecha trasera de su Honda ha
salido volando y el monoplaza boquea hasta embestir a
Baumgartner. El Minardi gira como una peonza hasta salirse de
la pista. Imola, dos años más tarde. Button intenta robar unos
segundos en boxes, arranca prematuramente su monoplaza y se
lleva consigo la boquilla de la manguera de combustible. Un
operario del equipo le golpea la cabeza con el cartel de STOP
intentando frenarle. A unos metros de allí su progenitor se
desespera. Al contrario que Anthony Hamilton, padre del actual
campeón del mundo y cuya frialdad en el paddock levanta
suspicacias, John Button es un personaje muy querido por
todos. Al llegar a la pista saluda a diestro y siniestro, habla con
franqueza y nunca rechaza invitaciones para tomar una copa.
Algo que seguramente habrá heredado su hijo, quien se confiesa
amante de la buena fiesta. No es extraño por tanto que muchas
de sus correrías hayan terminado saltando a la palestra, como
sus gallos desgañitados al micrófono en un karaoke japonés,
bajo los efectos del alcohol tras la disputa de un Gran Premio, o
su subida al escenario con los Rolling Stones para celebrar su
primera victoria en 113 carreras. Se cuenta que aquel día recibió
una botella de champagne con una tarjeta dedicada. La firma era
muy nítida: ‘Elton John’. Con el paso del tiempo las
expectativas creadas por su talento se han ido evaporando, e
incluso sus fans más incondicionales han claudicado en favor
del nuevo héroe nacional, Lewis Hamilton. “Si tuviera el coche
de Lewis yo también habría sido campeón”, gritaba a los cuatro
vientos el piloto también conocido como Mister Excusas. Y
añadía después: “Ha hecho un buen trabajo, pero no lo habría
conseguido conduciendo un Honda”. Finales de 2008, Ross
Brawn –ex ingeniero jefe de Ferrari en la etapa dorada de
Schumacher- compra el equipo Honda y le pone su nombre.
Sabe muy bien que el nuevo monoplaza es bueno, mucho, e
interpreta a su manera el nuevo reglamento. El diseño ganador
se une a un motor Mercedes y a un polémico difusor, lanzando a
Brawn GP a la conquista del título. “Un buen coche necesita un
buen piloto”, pronuncia el propio Ross Brown segundos antes
de designar a su nueva cenicienta. ¿Adivinan su nombre?
Jenson Button. Tras las once primeras carreras del campeonato
el piloto más lento es un rayo imparable. Acostumbrado a ser
doblado por los novatos, ahora sopla en la nuca a las vacas
sagradas de la Fórmula Uno. Su arranque es espectacular: 6
victorias casi consecutivas y una ventaja muy cómoda sobre sus
rivales que le permite soñar con el título mundial. “Este
monoplaza es simplemente monstruoso”, declara exultante.
Tanta superioridad le lleva a autoproclamarse “mejor piloto de
la historia”, por encima de nombres como Michael Schumacher,
Fangio, Mansell o Ayrton Senna. En cuanto a su vida privada,
parece haberse apaciguado en favor de su carrera profesional.
“Probablemente en estos momentos sea un tipo aburrido”,
confiesa. “Ya me lo dirá mi novia”, añade refiriéndose a la
exótica modelo Jessica Michibata -de madre japonesa y padre
italo-español- con quien comparte su vida desde hace unos
meses. Afincado entre su residencia monegasca en el barrio de
Fontvieille y su casa en la campiña inglesa de Weymouth,
Button acaba de comprar una villa de 750 metros cuadrados en
una isla artificial en Bahrein. No parece por tanto que su
economía doméstica se haya visto afectada a pesar de su
importante recorte de sueldo. Y es que Brawn GP, su actual
equipo, le retribuye con dos millones de euros por esta
temporada. Una cifra insignificante si la comparamos con los
7,5 millones prometidos por Honda antes de retirarse de la
competición, los 20 que gana Hamilton en McLaren o los 50 del
‘caché legendario’ de Michael Schumacher. Un salario ‘tan
bajo’ que Brawn ya ha empezado a revisarlo a la alza para evitar
la tentación de otros equipos. A pesar de sus éxitos actuales,
Jenson Button sigue teniendo detractores. En particular uno:
Flavio Briatore, quien ha levantado la voz para asegurar que “la
Fórmula Uno está hoy liderada por el piloto equivocado en el
coche equivocado”. 

(Fuera de Serie. Septiembre 2009)