Un caracol de plomo sobre el asfalto. Así definían sus detractores a Jenson Button hasta hace pocos meses. Y es que el piloto británico –el vigente campeón del mundo no, el otro- había minado hasta tal punto su credibilidad sobre la pista que ya sólo los tabloides parecían interesarse por su leyenda. Y no es de extrañar. Durante sus ocho primeras temporadas en la Fórmula Uno había sumado una sola victoria (Hungría, 2006) y un tercer puesto en la carrera de pilotos (2004). Su coche estrafalario fuera del circuito, un Combi Volkswagen del 56, era el único que según la prensa corría más lento que su Honda. Incluso algunos de sus camaradas de escudería, como Jacques Villeneuve en BAR-Honda, terminaron por aborrecerle. “Jenson Button es un playboy. Es el peor compañero que se puede tener”. Sus tres últimos resultados en el campeonato de pilotos – 6º en 2006, 15º en 2007 y 18º en 2008- parecían presagiar su expulsión definitiva de la categoría reina. Y así estuvo a punto de ocurrir, cuando su equipo anunció a finales de 2008 que abandonaba definitivamente el paddock. El piloto de la jet set, como le llaman algunos, había pasado a mejor vida. Pero El Curioso Caso de Jenson Button es la prueba evidente de que la Fórmula Uno es un ente imprevisible. Y es que ese mismo corredor vilipendiado por todos y en paro hace unos meses lidera hoy el mundial con dieciocho puntos de ventaja sobre su compañero de equipo, el también ‘resucitado’ Rubens Barrichello. Otra brizna de emoción en un campeonato que ha incluido estos últimos tiempos el espionaje industrial, la corrupción deportiva e incluso la rebelión salvaje de las escuderías en su apasionante menú deportivo. Pero si el renacer de Jenson Button como piloto resulta excitante, su historia personal no lo es menos. Nacido en 1980 en Frome, Inglaterra, el joven Button estaba predestinado a convertirse en un as del volante. John, su padre, no escogió el nombre al azar. Le bautizó Jenson en referencia a Jensen, una pequeña marca para la que él mismo corrió en su tiempo libre; ya que mientras no vendía coches de ocasión, disputaba encarnizadas carreras de rally cross que le hicieron ganar más fama que fortuna. La fe ciega de John Button en las posibilidades de su hijo le llevó a hipotecarse a base de préstamos para disgusto de su esposa, Simone, y sus tres otras hijas. Tanto es así que a los 8 años, unos meses después del divorcio de sus padres, el joven Jenson debutó como un ciclón en el olimpo del karting. En 1991 obtuvo el British Cadet Kart Championship tras ganar las 34 carreras de la temporada. En 1997 se convirtió en el piloto más joven en lograr el campeonato europeo Super A. Su fama se vería multiplicada al pasar de los karts a los monocascos, con la consecución de la Fórmula Ford Británica. McLaren le otorgó en 1999 el Premio Young Driver, y un año más tarde ya formaba parte del circo de la Fórmula Uno de la mano de Williams -BMW. Incluso Michael Schumacher recuerda sus inicios: “Cuando Jenson llegó a la F1 se vio que tenía mucho talento. Desde el principio fue más rápido que su compañero en las sesiones de clasificación y a veces también en carrera”. Su impresionante planta (1m82, 72kg), su mirada azul y su geométrica mandíbula le situaron muy pronto en el punto de mira de la prensa amarilla, algo que él mismo parecía alimentar con sus excentricidades. Y es que al igual que el difunto James Hunt, famoso playboy británico de los circuitos en los años 70, Jenson Button ama todo lo que brilla. Multimillonario a los veinte años, no resultaba extraño verle en Montecarlo al volante de su Ferrari Modena. O en el puerto del Principado, donde mujeres le dedicaban arrumacos a bordo de Little Missy, un impresionante yate de 22 metros de eslora objetivo predilecto de los paparazzis. Eso sin contar las fiestas interminables con su grupo de amigos. Primero fue Louise Griffiths, estrella del Operación Triunfo inglés con quien llegó a comprometerse y a la que abandonó a sólo tres meses de su boda. Le siguieron romances cortos pero apasionados con la top model Florence Brudenell-Bruce o la cantante Kelly Rowland, y declaraciones en la prensa asegurando que nunca sale de casa sin sus calzoncillos ni sus Ray-Ban. Por aquel entonces, su falta de implicación en carrera se hizo tan evidente que en 2002, durante las pruebas de clasificación del Gran Premio de Mónaco, el patrón de Renault Flavio Briatore tuvo que reprenderle: “Maldita sea, Jenson”, dijo agitando los brazos como un poseso. “Ya sé que estás buscando apartamento en la ciudad, pero cuando pises el acelerador intenta no fijarte en los paneles de en venta.”. Spa 2004. La rueda derecha trasera de su Honda ha salido volando y el monoplaza boquea hasta embestir a Baumgartner. El Minardi gira como una peonza hasta salirse de la pista. Imola, dos años más tarde. Button intenta robar unos segundos en boxes, arranca prematuramente su monoplaza y se lleva consigo la boquilla de la manguera de combustible. Un operario del equipo le golpea la cabeza con el cartel de STOP intentando frenarle. A unos metros de allí su progenitor se desespera. Al contrario que Anthony Hamilton, padre del actual campeón del mundo y cuya frialdad en el paddock levanta suspicacias, John Button es un personaje muy querido por todos. Al llegar a la pista saluda a diestro y siniestro, habla con franqueza y nunca rechaza invitaciones para tomar una copa. Algo que seguramente habrá heredado su hijo, quien se confiesa amante de la buena fiesta. No es extraño por tanto que muchas de sus correrías hayan terminado saltando a la palestra, como sus gallos desgañitados al micrófono en un karaoke japonés, bajo los efectos del alcohol tras la disputa de un Gran Premio, o su subida al escenario con los Rolling Stones para celebrar su primera victoria en 113 carreras. Se cuenta que aquel día recibió una botella de champagne con una tarjeta dedicada. La firma era muy nítida: ‘Elton John’. Con el paso del tiempo las expectativas creadas por su talento se han ido evaporando, e incluso sus fans más incondicionales han claudicado en favor del nuevo héroe nacional, Lewis Hamilton. “Si tuviera el coche de Lewis yo también habría sido campeón”, gritaba a los cuatro vientos el piloto también conocido como Mister Excusas. Y añadía después: “Ha hecho un buen trabajo, pero no lo habría conseguido conduciendo un Honda”. Finales de 2008, Ross Brawn –ex ingeniero jefe de Ferrari en la etapa dorada de Schumacher- compra el equipo Honda y le pone su nombre. Sabe muy bien que el nuevo monoplaza es bueno, mucho, e interpreta a su manera el nuevo reglamento. El diseño ganador se une a un motor Mercedes y a un polémico difusor, lanzando a Brawn GP a la conquista del título. “Un buen coche necesita un buen piloto”, pronuncia el propio Ross Brown segundos antes de designar a su nueva cenicienta. ¿Adivinan su nombre? Jenson Button. Tras las once primeras carreras del campeonato el piloto más lento es un rayo imparable. Acostumbrado a ser doblado por los novatos, ahora sopla en la nuca a las vacas sagradas de la Fórmula Uno. Su arranque es espectacular: 6 victorias casi consecutivas y una ventaja muy cómoda sobre sus rivales que le permite soñar con el título mundial. “Este monoplaza es simplemente monstruoso”, declara exultante. Tanta superioridad le lleva a autoproclamarse “mejor piloto de la historia”, por encima de nombres como Michael Schumacher, Fangio, Mansell o Ayrton Senna. En cuanto a su vida privada, parece haberse apaciguado en favor de su carrera profesional. “Probablemente en estos momentos sea un tipo aburrido”, confiesa. “Ya me lo dirá mi novia”, añade refiriéndose a la exótica modelo Jessica Michibata -de madre japonesa y padre italo-español- con quien comparte su vida desde hace unos meses. Afincado entre su residencia monegasca en el barrio de Fontvieille y su casa en la campiña inglesa de Weymouth, Button acaba de comprar una villa de 750 metros cuadrados en una isla artificial en Bahrein. No parece por tanto que su economía doméstica se haya visto afectada a pesar de su importante recorte de sueldo. Y es que Brawn GP, su actual equipo, le retribuye con dos millones de euros por esta temporada. Una cifra insignificante si la comparamos con los 7,5 millones prometidos por Honda antes de retirarse de la competición, los 20 que gana Hamilton en McLaren o los 50 del ‘caché legendario’ de Michael Schumacher. Un salario ‘tan bajo’ que Brawn ya ha empezado a revisarlo a la alza para evitar la tentación de otros equipos. A pesar de sus éxitos actuales, Jenson Button sigue teniendo detractores. En particular uno: Flavio Briatore, quien ha levantado la voz para asegurar que “la Fórmula Uno está hoy liderada por el piloto equivocado en el coche equivocado”. (Fuera de Serie. Septiembre 2009)